domingo, 7 de abril de 2019

Pop Team Epic. Unas gafas, un urinario y un anime.



Hace unos años, unos chicos decidieron aprovechar sus vacaciones en San Francisco para visitar el MoMa de aquella ciudad y disfrutar de esa sensación millenial de más de 100 años de antigüedad llamada "arte contemporáneo". Sin embargo, no entendieron demasiado bien nada de lo que había allí y les pareció muy extraño que todos los demás asistentes parecieran tan interesados. Así, decidieron hacer un experimento: uno de los chicos puso sus propias gafas en el suelo y esperaron. La gente se paró a observar esas gafas como si fueran parte de la exposición, lo que demostraba que en un museo hoy en día entra cualquier cosa. El resto de asistentes quedaron como unos idiotas, los chicos se echaron unas risas y Paul Joseph Watson tuvo un argumento perfecto para decir que el arte moderno era basura.

¿Pero realmente esa es la única conclusión que se puede sacar del asunto?




No sólo el número de las gafas es una posición artística en sí misma (luego desarrollo esto), sino que hereda una tradición de más de 100 años. A principios del S XX, en plena etapa de convulsión política, surgieron distintos movimientos de vanguardia, todos con ganas de poner el mundo patas arriba y romper moldes acerca de lo que se podía considerar arte. Pero entre todos estos tipos soñadores y utópicos con ideas revolucionarias, surgieron unos capullos que no creían que el arte tuviera que ser una cosa tan seria. Esos eran los dadaístas. Con ellos surgió una manera de ver la cultura que sobrevive hasta hoy, con su mejor y más reciente exponente en uno de los animes más locos de los últimos años: Pop Team Epic.

Así que veamos qué tienen que ver los mayores trolls del arte con un anime de mierda.







Lo de que las gafas no era ni mucho menos nuevo no podría ser más cierto. Hace 102 años, en 1907, Duchamp puso en un museo la obra dadaísta más importante de todas: La fuente. El propio Paul Joseph Watson lo puso de ejemplo cuando habló de arte de mala calidad, pero vamos a plantear bien esto: era un urinario en un museo. Como con las gafas, lo importante no era la cosa expuesta, sino lo que se transmitía con eso. Si se podía exponer un urinario, lo que se entendía como arte (algo bello, puro, capaz de transmitir unos valores y hecho según una técnica concreta) se revelaba como lo que siempre había sido: una patraña.

No sé quedaron ahí, claro: los dadaístas destruyeron todas las preconcepciones que existían. Sus esculturas eran amasijos de cristal roto y metal retorcido. Sus poemas no respetan ni la belleza ni la lógica. Recomendaban usar un Rembrandt como tabla de planchar y, cuando Tristan Tzara, el fundador, iba a leer su manifiesto, se sentó y se puso a leer el periódico del día. Es un movimiento que duró unos 4 años y cuyos miembros acabaron a tortas. Fue un arte pensado para destruir la propia idea de arte. Fue fugaz, violento, blasfemo y glorioso.


Pop Team Epic es esas mismas cuatro cosas.







La primera cosa que se ve al empezar Pop Team Epic es un anime llamado Hurosii Girldrop, un anime romántico tan predecible que sólo con los avances ya se puede seguir la trama perfectamente. Al final, en un OVA sombrío y con dioses de por medio, como mandan los cánones, sufre un retcon completo. A la vez no pinta nada en la serie y tiene todo el sentido del mundo como parodia.

Y eso es sólo el principio. Hay una carrera de skeleton en la que se acaban enfrentando un coche y un avión, una historia de idols robot que dominan el mundo que repasa la historia de una idol real con el formato de un programa japonés de historias del espectáculo, referencias a series policíacas de los 70 o a una censura de media hora QUE OCURRIÓ DE VERDAD. Parodian desde tropos ridículos del anime a leyendas urbanas o videojuegos de los 90. Se ríen de sus propios actores de doblaje. Casi todas las historias del webcómic salen de nuevo pero exageradas 1000 veces, porque por supuesto que sí. Cuando se queda sin referencias que hacer, Pop Tem Epic coge toda esa amalgama que ha estado haciendo, que van desde un guiño a escupir en la cara de lo que parodian, y lo llevan a la más absoluta locura. Es como ese episodio de Futurama en el que Fry dice que veía la tele todo el día porque sabía que algún día salvaría el mundo. Pero en vez de salvar el mundo, Pop Team Epic lo hunde un poco más en el infierno de los memes postirónicos.

El último episodio es una ida de olla bestial en el que se crea un hilo argumental que afecta retroactivamente al resto de episodios. Se sacan de la manga, en el último momento, un lore complejísimo del que el espectador no sabía nada y que a la propia serie no le importa. Pero lo presentan como esa gran historia que se ha ido fraguando toda la serie.







¿Pero cómo va a ser Pop Team Epic una obra dadá si lo que hace es parodiar mil referencias a la cultura pop? Bueno, como ya os he dicho, los dadaístas iban bastante a su bola. Una de las cosas que más desarrollaron fue el arte que estaba basado en algo creado previamente. ¿O es que creéis que Duchamp esculpió el urinario que expuso con sus propias manos? Estos son los ready-mades, obras de arte hechas con cosas cotidianas (o con cualquier cosa, realmente, estos cogerían la Giocconda y harían una performance mientras la queman). Pop Team Epic es eso mismo pero con el humor de internet: coge algo para su propia broma y hace que el chiste haga aún más gracia porque reconoces la broma y el sentido original de la referencia al mismo tiempo, creando un collage maléfico en el que nada está a salvo.
Por cierto: los collages también son un invento de los dadaístas.


Lo maravilloso de Pop Team Epic es precisamente eso. Esa energía creativa de usar lo que sea para lo que haga falta. Hay que tener en cuenta que lo que más se parodia es el anime, que tiene géneros y tropos muy fijos. Sacarlos de su contexto y retorcerlos de esta manera supone exponer lo limitado que puede llegar a estar el propio medio si lo comparas con algo decidido a saltarse las normas. En Pop Team Epic no hay reglas. No se hace un arte realmente rompedor haciendo sota, caballo y rey sin moverte. Se hace arte rompedor al coger las cartas e inventarte un juego nuevo.

El dadaísmo no estaba hecho para durar. Era pura rabia adolescente contra ese arte realista, estirado y puramente racional que había dominado durante la segunda mitad del S XIX, con una literatura que analizaba la mente de las personas como si fueran cobayas en un perverso campo de pruebas. Dadá era un niño que llegaba ahí y pintaba ese blanco perfecto con el primer pincel que encontraba. Pero la gente crece. Muchos dadaístas se pasaron al surrealismo, que a pesar de ser irracional, tenía un plan. Ya no jugaban a lo mismo, ya no era cuestión de tirar la mesa, sino de cambiar el tablero. 

Sin embargo, aunque Dadá como movimiento ya no exista, tampoco desaparecerá nunca. Dadá no es sólo un movimiento de vanguardia, sino un estado mental. Siempre, en todas partes, aparecerá alguien que ponga toda su creatividad para reírse de los demás. Y yo seguiré recibiendo a Popuko y Pipimi con los brazos abiertos. 

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