domingo, 9 de febrero de 2020

Resumiendo The Banner Saga

Una vez leí a un soldado decir que la guerra era cavar un agujero en el suelo y meterse dentro sin comida, sin agua y sin idea alguna de qué va a pasar al día siguiente. Después de jugar a The Banner Saga, me creo todas y cada una de esas palabras.

Dejadme admitir ya que he consultado una guía para jugar a este juego. No porque la estrategia por turnos de este juego sea especialmente difícil o porque sea obtuso de comprender, sino porque no me atrevía a tomar ciertas decisiones. La historia de este juego opera de forma parecida a una partida de rol de mesa, incluyendo un narrador que parece un máster y que va planteando situaciones a lo largo del viaje. Una de las primeras implica reaccionar deprisa ante el ataque de un gigante de piedra. Un movimiento en falso y la hija del protagonista moriría. La salvé a ella, pero otra de mis unidades murió en el proceso.

En ese momento me di cuenta de que no tenía ni puñetera idea de las consecuencias de cada una de las opciones, y que tendría que reaccionar ante las situaciones que se plantasen a mi camino improvisando. Tomar una decisión y no saber sus efectos, a veces hasta semanas después, ha sido una pesadilla que me ha hecho pensar que un político honesto tiene el peor trabajo del mundo, porque a todo lo que he mencionado arriba hay que añadir ambiciones y corruptelas de compañeros y enemigos.
Y lo peor de todo es que la historia lo sabe y realiza varias fintas que hacen que las cosas parezcan una cosa y acaben siendo otra cosa distinta, tanto para lo bueno como para lo malo.

Este es uno de los pocos juegos en los que he visto a la comunidad de Steam recomendar jugar en fácil, ya que es la única dificultad en la que la fatiga por las heridas de combates previos no es un factor. Y menos mal, porque la posibilidad de caer de un golpe es real y también es real la posibilidad de que caiga todo el mundo en tu clan.

The Banner Saga no es un juego de gestión como tal y, sin embargo, ha conseguido trasladar un miedo que no sabía que tenía: el miedo a fracasar estrepitosamente cuando todo depende de mis decisiones. Porque quiera o no, sepa el resultado o no, no podemos quedarnos quietos. Y no vale con "al menos lo hemos intentado", al menos en la guerra eso no vale. La guerra es la pesadilla de las consecuencias imprevistas que conducen a la muerte. Y a pesar de eso, hay que montar las cosas en el carro y seguir adelante. 

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