Zombie Army 4 cuenta la historia de cómo un culto satánico de zombis nazis (porque este juego sabe cómo montar una fiesta) busca resucitar al Hitler zombi que la gente de la trilogía anterior se había pasado tres juegos intentando matar (os digo que este juego sabe lo que mola) y para ello deben despejar Italia de no muertos, sólo para más tarde fracasar miserablemente y acabar derechitos en el infierno (¿Os he convencido de probar este juego ya?). En realidad, la historia está en ese extraño lugar en el que existe, sirve como una motivación aceptable para las acciones que se llevan a cabo en la historia, pero tampoco hace falta que le hagas mucho caso. La ambientación, eso sí, es absolutamente brillante. Sólamente el trabajo con la paleta de colores se merece un premio por cómo crea la atmósfera de peli barata de terror con sus diferentes tonos de gris, azul, verde y naranja. Emplazamientos turísticos e increíblemente bellos como Venecia se convierten en trenes de la bruja (o barcos, en el caso de esa misión) en el que todo lo que no está desierto y abandonado está resucitado por las artes oscuras y quiere comerte. A esta estética de terror chusco se le añade el resto de elementos del juego, desde cultos satánicos a emplazamientos de la resistencia contra los zombis con incluso carteles de reclutamiento, que le dan un giro gracioso a los carteles reales de la época al mismo tiempo que no desentonan como posibles carteles dentro del ridículo universo que se plantea en este juego.
Esta idea del ridículo no es casual. Rebellion, los desarrolladores, han hablado de cómo los juegos de Zombie Army son un homenaje a las películas de terror de Serie B (una serie B de la que los italianos, por cierto, siempre fueron unos maestros). La Serie B es el término exclusivo del cine de algo que se dio en comics y en libros durante todo el siglo XX, como es el pulp. Eran esos comics y libros que se compraban en el quiosco por 1 dólar y que tenían historias que no aspiraban a otra cosa que a entretener a la gente por la propina de la semana. Hay mucho material muy interesante en medio de toda esa vorágine de papel barato que hablaba del pánico a lo extranjero, los conflictos raciales e incluso del lesbianismo, a veces de formas muy sorprendentes y rompedoras para su época, aunque siempre con ese toque sensacionalista y chusquero que hacía que la gente comprase el siguiente libro que saliera.
Y si algo define a la Serie B es el camp, algo a lo que se ve que vuelvo una y otra vez. Para los nuevos, el camp comprende las obras que, si bien son un esfuerzo honesto por hacer algo serio y contar una historia interesante, fallan cómicamente, ya sea por falta de presupuesto para hacer creíble lo que intentaban transmitir, por errores en la ejecución, por fallos de dirección, por una serie de hilarantes malas decisiones, o todas a la vez. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica de las obras conscientemente estúpidas y encantadas de haberse conocido. Una segunda guerra mundial que nunca acabó porque Hitler resucitó a los muertos, para luego ser devorado por el mismo desastre que él mismo provocó, sólo para que eso le de superpoderes en su forma de dictador zombi supremo, es exactamente el tipo de salida de tiesto en el que tiene sentido que alguien diga "el suelo está colapsando, y está lleno de lava" para que la respuesta sea "¿lava? Mamma mía". Zombie Army 4 es un juego que en el que macabros escritores y artistas crearon una historia que, a todas luces, no tiene ningún sentido y en la que han condenado a sus propios personajes a tomarse todo lo que ocurre en serio. Todo para que nosotros desde arriba nos riamos de sus circunstancias como si no nos fuéramos a aterrorizar los primeros si Hitler volviera de entre los muertos.
La idea del camp se traslada a todo, desde el diálogo a los personajes o a la música, llena de sintetizadores y guitarras españolas. Además, utiliza esta perspectiva en la que los personajes están constantemente moviéndose de un lugar a otro para presentar su propia historia a toda velocidad y sin más fanfarria dentro de secciones de juego. Por ejemplo, en medio de una refriega con unos cuantos zombis oímos por radio cómo el experto en ocultismo de la resistencia es ARRASTRADO AL INFIERNO y la respuesta de otra persona es básicamente es "vaya por dios, tendremos que ocuparnos de eso... en algún momento, que ahora estamos en Venecia y tenemos más cosas que hacer". La historia no deja de avanzar sin preocuparse de si la sigues o no porque en el fondo el mando de la Resistencia te va a a mandar a hacer lo mismo te enteres o no de por qué. Y para ser honestos, como si importase la razón por la que nos cargamos a un montón de zombis nazis.
Hablando de lo cual, gracias al listón en principio más bajo de las obras pulp y la estética camp ha surgido el mejor enemigo jamás concebido en la historia de la ficción: los zombis nazis. Si nos paramos a pensarlo un segundo, los nazis llevan siendo un enemigo muy común desde el primer momento en el que un personaje humano cogió un arma en una simulación interactiva en Wolfenstein 3D. Los zombis no tardaron mucho más en ser también una de las preferencias en el mundillo a la hora de tener dianas más elaboradas a las que disparar. Existen muchas formas de hacer que los enemigos de un shooter no sean considerados por los jugadores como nada más que objetivos y una de ellas es mostrándolos como algo distinto o menos que humano como es el caso de los zombis... o los nazis.
Es broma, hubo zombis que en el pasado fueron personas. Estos no, estos eran nazis.
Pero justo ahí está la gracia. Debido a que era verdadera devoción lo que sentían los nazis por el ocultismo por su afición a fabricar nuevas realidades a partir de mitos fue muy muy común, ya desde justo después de la segunda guerra mundial, hacer historias que relacionaban a los nazis con conspiraciones que asombrarían a Dan Brown. Al final cruzarlos con otra de las criaturas más utilizadas del terror, como son los zombis, era la conclusión lógica. El resultado es el enemigo perfecto: no está vivo, así que no tienes que preocuparte de acabar con la vida de nadie; incluso si te preocupa la idea de las personas que fueron antes de ser cadáveres andantes, no pasa nada, eran nazis, te hubieran hecho lo mismo a ti. Se trata del enemigo que ni siente ni padece, que sólo está ahí para obstaculizarte el paso y al que es objetivamente divertido explotarle el cráneo. Ningún tipo de arrepentimiento ni de problema moral que pueda ponerse en medio de la violencia.
¿Pero cómo ejercemos esas cantidades absurdas de violencia contra el prójimo? Bueno, resulta que sorprendentemente este juego no lo confía todo en su atmósfera y el gameplay es bueno. Más que bueno, en realidad. La base del asunto, por supuesto, es matar zombis, pero es que puede haber tranquilamente varias docenas de ellos a la vez y hay que aprender a moverse entre ellos para tener alguna esperanza de sobrevivir en combates que tranquilamente pueden llegar a los 10 minutos. Por lo tanto, se trata de pruebas de resistencia en las que un paso en falso supone verte rodeado y morir, como tiene que ser.
Pero es que los zombis "normales" que vienen a por ti a docenas terminan por ser una ligera molestia. Hay cosas mucho más importantes y puñeteras de las que ocuparse, como francotiradores que pueden teletransportarse, soldados pesados con lanzallamas o ametralladoras o tanques. Efectivamente, hay tanques zombis biomecánicos en este juego.
Precisamente los tanques son un buen ejemplo de cómo funciona este juego: no son excesivamente difíciles de matar, pero hacen muchísimo daño y centrarte en ellos te deja completamente expuesto a las docenas de zombis que ya hay alrededor. Lo mismo con los comandantes que pueden resucitar zombis y hacerlos más rápidos, porque tienes que ir a pisarlos para matarlos del todo, algo que te deja vendido. Este juego es el ABC de un shooter arcade a la hora de priorizar objetivos, pero a diferencia de otros juegos en los que los enemigos básicos se mueren de un estornudo, aquí hay tantos que llegan a resultar genuinamente molestos y, hagas lo que hagas, hay que hacerlo con ojos en la espalda para evitar que un montón de cadáveres andantes te rodeen. Zombie Army 4 es el juego perfecto para desconectar el cerebro del resto del mundo y centrar todos nuestros esfuerzos en este juego del cazador cazado.
Porque al final del día nos podemos poner como queramos, pero por muy listos que seamos, por mucho que queramos obras con sustancia y que desafíen aquello que tenemos preconcebido sobre el mundo, hay días en los que el cerebro, simple y llanamente, no da. Después de jornadas de trabajo maratonianas y de gritarle a alguna de nuestras múltiples pantallas porque el mundo da asco y no hay acción individual que podamos hacer para evitarlo, a veces no apetece otra cosa que dejarlo todo atrás durante un buen rato y sentirnos, por primera vez en todo el día, en control de la situación. Y si los videojuegos son buenos en algo, es precisamente en darte el control. Así que una historia estúpida en los mejores sentidos posibles, en la que las cuestiones morales no existen y lo único que importa es el siguiente encontronazo es, en ocasiones, exactamente lo que uno necesita. Zombie Army 4 Dead War no es la obra maestra en la que quedarse, pero sí es el lugar al lado del camino por el que no te arrepientes de haber pasado.